La contabilidad pícara, más conocida como creativa, tiene entre sus principales objetivos maquillar el resultado del ejercicio. Gracias a ella, un beneficio pequeño puede transformarse de forma legal en uno elevado y unas pérdidas importantes acabar desapareciendo.
En numerosas empresas, la magia financiera, capaz de conseguir semejantes metamorfosis, se sustenta principalmente en la venta de activos inmobiliarios, filiales que obtienen considerables ganancias o líneas de negocio de éxito. En otras palabras, consiste en una manera de operar singular, identificada y denostada hace ya muchos años por uno de los refranes españoles más conocidos: «pan para hoy y hambre para mañana» .
Estas actuaciones difícilmente beneficiarán a los accionistas de las compañías, especialmente a medio plazo. No obstante, sí favorecerán a sus máximos ejecutivos, ya que les permitirán esconder, al menos durante un tiempo, los resultados de su desafortunada gestión. Para justificar las decisiones adoptadas, probablemente califiquen estas ventas como las desinversiones efectuadas en el marco de un profundo cambio en la gestión de la empresa. En realidad, una sencilla excusa expresada de forma rimbombante.
Previsiblemente, dicho cambio también será publicitado por sus directivos como la consecuencia de un intenso proceso de reflexión que ha conducido a la implantación de una nueva estrategia, cuyo principal objetivo es la potenciación del core business de la compañía. Es una manera de indicar que a partir de ahora la sociedad concentrará sus recursos en el desarrollo de sus actividades principales y abandonará las secundarias. A veces, el pretexto surte efecto y algunos analistas consideran que se trata de una estrategia idónea.
Tal diagnóstico probablemente sería acertado si la empresa tuviera una posición competitiva relativamente buena, múltiples líneas de negocios y escasas sinergias entre ellas. En cambio, sería erróneo en el caso de que el proceso de desinversión pretendiera única y exclusivamente ocultar unos resultados decepcionantes. En algunas ocasiones, el giro estratégico publicitado no ha sido muy meditado, sino que se basa en la improvisación.
Así suele suceder cuando de forma inesperada la explotación del negocio origina pérdidas y los principales directivos consideran imprescindible llevar a cabo una rápida venta de activos, con la finalidad de evitar que aquéllas conduzcan al final del año a un resultado negativo del ejercicio. En unos pocos casos, esta forma de proceder comporta que la empresa venda las líneas de negocio que van bien y conserve las que van mal. Aunque probablemente no era el objetivo inicial de sus directivos, las prisas por camuflar las pérdidas sufridas y la falta de ofertas adecuadas por las segundas provocan este auténtico disparate empresarial.
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