En numerosos países, en las facultades de Economía y Empresa, los estudiantes aprenden principalmente conocimientos técnicos y escasamente creatividad e imaginación. Debido a ello, tienden a aplicar en su trabajo prioritariamente lo primero y muy poco lo segundo.
En numerosos países, en las facultades de Economía y Empresa, los estudiantes aprenden principalmente conocimientos técnicos y escasamente creatividad e imaginación. Debido a ello, tienden a aplicar en su trabajo prioritariamente lo primero y muy poco lo segundo.
La experiencia acumulada en su carrera profesional posibilita que adquieran nuevas capacidades, pero no les permite aumentar en una medida significativa la posesión de ambas cualidades, ya que el simple paso de los años no suele constituir un factor que mejore el talento creativo de las personas.
Las características en exceso técnicas de la formación universitaria en Economía y Administración de Empresas vienen determinadas principalmente por dos factores: una estructura de los planes de estudio inadecuada y un claustro de profesores poco equilibrado. En muchas naciones, ambos factores determinan que la mayoría de sus facultades tengan entre sus principales objetivos el de producir investigadores magníficos, y que sea una minoría la que pretende forjar un gran número de excelentes administradores y gestores de empresas.
De esta manera, prácticamente queda asegurado que el perfil profesional de los nuevos economistas no responderá a las necesidades del mercado laboral, pues las ofertas de trabajo suelen ser escasas para los primeros y generalmente abundantes para los segundos. Por tanto, aunque parezca increíble, la mayoría de ellos se ha preparado para desempeñar unas funciones que nunca realizará y ocupar un puesto de trabajo que difícilmente le ofrecerán. La desconexión existente entre lo ofrecido por las universidades tradicionales y lo demandado por las empresas es la consecuencia de un gran error de planificación y un lastre para la competitividad actual y futura de las compañías.
Adicionalmente, supone un considerable despilfarro de recursos públicos, ya que una parte sustancial de los centros, que prioritariamente pretenden formar investigadores, son propiedad de la Administración o están financiados parcialmente por ella. Dicha desconexión motiva que numerosos nuevos economistas, cuando acceden a su primer puesto de trabajo, se vean a sí mismos como unos simples aprendices.
Indiscutiblemente, necesitan adquirir formación adicional. A los más afortunados se la proporciona la empresa, ya sea a través de su universidad corporativa (cada vez hay más compañías que tienen una) o mediante la financiación de un programa de alta dirección de una escuela de negocios (constituye frecuentemente una forma de premiar o fidelizar al personal).
Esta nueva formación generalmente proporciona útiles herramientas para la gestión y administración de las empresas, pero no ayuda casi nada a desarrollar la creatividad e imaginación de los economistas, ya que en dichos programas suele darse una importancia secundaria a la potenciación de ambas cualidades. En la inmensa mayoría de las facultades de Economía y Empresa, los planes de estudio vigentes sobrevaloran la importancia de las asignaturas con un gran número de contenidos matemáticos e infravaloran las que incluyen fundamentalmente experiencias empresariales y habilidades prácticas.
Probablemente, la razón principal sea que a las primeras asignaturas se concede un valor científico mucho mayor que a las segundas, aspecto este esencial, ya que la mayoría de los expertos en educación consideran que en dichos centros universitarios debe explicarse principalmente ciencia, mientras que la enseñanza de otro tipo de conocimientos empresariales debe dejarse a otras instituciones de menor rango y prestigio académico.
En numerosos casos, el claustro de profesores está compuesto prioritariamente por investigadores, especialistas en la construcción de modelos y teorías, cuya experiencia práctica en la dirección y administración de empresas es prácticamente nula. Dado que los profesores instruyen a sus alumnos en lo que ellos saben hacer, les enseñan fundamentalmente a investigar.
En cambio, como jamás han dominado las principales herramientas de gestión, creatividad e innovación, son incapaces de adiestrar a sus alumnos en el hábil uso de ellas, pese a que es uno de los requisitos más demandados en un gran número de ofertas laborales. Las características del claustro son el resultado del diseño de la carrera profesional de los profesores. Generalmente dicho diseño es obra de políticos, burócratas o expertos en educación , con escasa contribución de los docentes y, en la mayoría de los casos, con participación prácticamente del sector empresarial.

Aunque no es igual en los diferentes países, en la mayor parte de las naciones desarrolladas dicha carrera presenta unos rasgos bastante homogéneos. Así, en ella se prioriza la capacidad investigadora sobre la docente (en algunos centros, ésta casi no es reconocida como un mérito) y, dentro de la primera, la de carácter teórico es mucho más valorada que la aplicada. Indudablemente, los economistas que construyen modelos y teorías poseen una gran dosis de imaginación y creatividad, mucho mayor que la de la mayoría de empresarios y directivos. Sin embargo, sus investigaciones generalmente tienen una dudosa utilidad práctica.
Así, es difícil advertir su influencia en el diseño de la política económica de un país, los planes de mejora de la competitividad de una determinada industria o la elaboración de un nuevo producto o servicio (excepto si es financiero). Por tanto, la economía real no suele beneficiarse en una medida significativa de dichas dotes.
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